“No descansaremos hasta encontrarlo”: angustia en Santiago por la desaparición de Gabriel Filpo
La familia Filpo Corniel vive horas de incertidumbre y angustia desde el pasado domingo 18 de mayo. Gabriel Radhamés, su hijo de 24 años, desapareció sin dejar rastro después de salir de su casa en este municipio a las 11:00 de la mañana. Desde entonces, el tiempo se ha vuelto más lento, más denso, más oscuro.
Nadie sabe con certeza hacia dónde se dirigía. Nadie ha vuelto a verlo. Lo único que les queda a sus padres, hermanos y amigos es la esperanza —una esperanza tenaz, dolorosa— de que alguien lo haya visto, de que alguna pista los acerque a su paradero.
Un silencio que preocupa
Los días anteriores a su desaparición, Gabriel, según versiones cercanas, parecía estar lidiando con un cuadro depresivo. Es una información que sus seres queridos no comparten con facilidad, pero que revelan con el deseo de ayudar. De tender un puente hacia la empatía. La salud mental, a menudo ignorada o estigmatizada, aparece aquí como un factor posible, y quizás crucial, para entender la urgencia del caso.
Su nombre ya circula en redes sociales, en carteles, en cadenas de mensajes de WhatsApp: Gabriel Radhamés Filpo Corniel, 24 años, visto por última vez en las inmediaciones de la zona franca de Matanza.
Una comunidad que busca
La respuesta institucional ha sido rápida. La Defensa Civil, en coordinación con el Sistema 9-1-1, el Cuerpo de Bomberos y la Policía Nacional, ha desplegado un operativo de búsqueda que incluye drones, equipos de rescate, unidades móviles y personal especializado.
Francisco Arias, director provincial de la Defensa Civil, ha subrayado la colaboración interinstitucional: “No descansaremos hasta encontrarlo”, afirmó con determinación mientras recorría la zona de búsqueda.
Vecinos y allegados se han sumado a las labores, armados de linternas, mapas y esperanza. En un país donde la solidaridad comunitaria aún es un valor fuerte, el caso de Gabriel ha calado hondo. En los grupos de Facebook de Santiago, en las esquinas de Puñal, en las oraciones de una comunidad que no quiere acostumbrarse a la ausencia.
Una espera cargada de amor y ansiedad
Los familiares de Gabriel no quieren cámaras ni protagonismo. Quieren respuestas. Quieren abrazar a su hijo otra vez. Cada día que pasa sin noticias es un golpe. Cada rumor que no se confirma, un hilo más que se rompe en una cuerda que ya cuelga delgada.
La desaparición de un joven nunca es solo un hecho aislado. Es un espejo que refleja los vacíos que la sociedad no siempre quiere mirar: los desafíos de la salud mental, la falta de sistemas de prevención, la necesidad de hablar más y juzgar menos.
Gabriel aún no ha sido encontrado. Pero hay un país, una comunidad, una familia que sigue buscándolo.
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