Cargando ahora

¿Cuándo pedir lo justo se convirtió en una falta derespeto?Por: Elena De Los Santos

Hay situaciones que incomodan más de lo que deberían. No
porque sean complejas de entender, sino porque exponen lo
que muchos prefieren no ver: el abuso disfrazado de cercanía,
la desvalorización del trabajo ajeno y el mal uso de la
palabra “amistad” como excusa para no pagar lo que se debe.
Hace poco me ocurrió algo que me dejó con muchas preguntas,
pero también con una claridad brutal sobre cómo funcionan
algunas relaciones. Me reuní con Rafaela, una vieja conocida,
quien me pidió que le ayudara escribiendo un guion para su
próximo proyecto. Accedí. No solo redacté el guion, también
hice varios trabajos adicionales. Cuando pregunté por el
pago, me respondió con evasivas: “Luego hablamos”.
Confié. Esperé. Pero al solicitar una compensación justa por
lo que había hecho, su respuesta fue tajante: se sintió
ofendida. Según ella, por tratarse de una amistad, estaba
mal que yo le cobrara. Me dijo que le estaba faltando el
respeto y que no todo en la vida era dinero.
Me quedé perpleja.
Y no por el dinero en sí, sino por las implicaciones. ¿Desde
cuándo exigir lo justo se interpreta como una ofensa? ¿Desde
cuándo el cariño se mide por la disposición a regalar tiempo
y talento? ¿Acaso quienes trabajamos en lo creativo, en lo
intelectual o en lo emocional, no tenemos derecho a cobrar
por lo que hacemos?
Estas son algunas de las preguntas que me asaltaron:
¿Cómo fue que le falté al respeto?
¿En qué momento pasé a ser una persona interesada?
¿Desde cuándo reclamar lo justo convierte a alguien en una
mala persona?
¿Acaso se espera que trabaje gratis por el simple hecho de
haber compartido una conversación, una risa o un refresco?
La amistad, si es real, no debería usarse como escudo para
eludir responsabilidades. Quien te aprecia, respeta tu
tiempo, tu esfuerzo y el valor de lo que haces.
Porque no, no se trata solo de dinero, pero vivimos en un
mundo donde el dinero es necesario para cubrir nuestras
necesidades más básicas: alimentación, salud, educación,
vivienda.
Nadie va al supermercado y paga con cariño. Nadie salda la
factura de la luz con “buenas intenciones”. Entonces, ¿por
qué tantos creen que pueden pagar con simpatía los servicios
de alguien más?
El trabajo —sea creativo, físico o intelectual— es digno y
debe ser remunerado. Lo contrario es explotación. Y sí, la
esclavitud terminó, al menos en los papeles, pero aún
persisten muchas formas disfrazadas de ella. Una de las más
sutiles es hacer sentir culpable al otro por querer cobrar
por lo que le ha costado años aprender, desarrollar o
perfeccionar.
Hay que decirlo claro: no todo el que se acerca con una
sonrisa tiene buenas intenciones. No todo el que dice “amigo”
actúa como tal. No permitamos que nos silencien con frases
manipuladoras como “no seas interesada” o “no todo en la
vida es dinero”. Porque exigir respeto no es ser egoísta, es
tener dignidad.
Nuestro trabajo tiene valor. Y reconocer ese valor es también
una forma de amor propio

Share this content:

Informando.com.do es un medio ágil, audaz y versátil, dirigido por Alba Disla, comunicadora, actriz, estilista, trabajadora de la prensa y productora audiovisual. Con más de cinco años de trayectoria, este espacio digital se ha convertido en un punto clave donde la noticia llega primero.

Publicar comentario